Normalmente se entiende por perseverancia el intentar algo sin cesar y no parar de avanzar, pero en muchas ocasiones simplemente no se puede avanzar, lo cual no significa que vaya a ser permanente, sin embargo muchos se hunden en esta fase.
Resistir el deseo de dar un paso atrás es tan valioso como el darlo hacia delante. Hay ocasiones en las que puedes no avanzar, cuando las circunstancias son difíciles y hay demasiados obstáculos en el camino, y en tu premura por progresar, la frustración de no poder seguir el ritmo de progreso que llevabas te puede conducir a tirar la toalla, o a replegarte hacia atrás y recuperar viejos hábitos y malas costumbres de los que ya te estabas librando por fin.
Es lógico teniendo en cuenta que habíamos abandonado el placer que nos producían esos hábitos en favor del nuevo bienestar que nos ofrecía nuestra mejora personal y el sentirnos más cerca de nuestro objetivo, pero en los tiempos difíciles en los que este progreso se estanca temporalmente, ese bienestar desaparece y nuestro cuerpo devuelve su mirada hacia la única otra fuente de disfrute que conoce, la de antes. Por esa razón muchas personas que llevaban un historial de mejoría notable, ante una época de pausa demasiado prolongada, vuelven a recaer en las actitudes y costumbres insalubres que les atormentaban.
Para asegurar que nuestro crecimiento continúe, es crucial que sepamos mantenernos firmes, y ante la ausencia de éxito, entender que pasará un tiempo hasta el próximo «empujón» ¿Qué hacer mientras tanto?.
Haz que cuente.
Hagas lo que hagas, no pierdas la proyección y mantén tus actividades guiadas hacia lo que estabas buscando. Puedes anticiparte a sensaciones de aburrimiento, duda y desesperación, y encontrar nuevas ideas que hagan tu progreso más rápido cuando el viento de popa vuelva a soplar. Eso también es perseverancia.