

¿Aceptar o luchar? Existe una discusión implícita en la forma de abordar los problemas, tanto desde la psicología como desde la práctica cotidiana, estamos hablando de dos opuestos en una larga línea continua, donde un extremo es la aceptación de lo que nos ha ocurrido, para asimilarlo y reducir el impacto que nos provoca, y el otro es el intento de «solucionar» activamente el problema.
Un ejemplo curioso se da en estos dos libros. El primero es el conocido «¿Quién se ha llevado mi queso?», publicado en 1998 que promueve la adaptación al cambio aceptando todas sus consecuencias. Dos años después se publicaba el libro «Yo me he llevado tu queso» que contestaba al primero defendiendo que es necesario reaccionar ante los cambios y no aceptarlos sin más.
¿Qué debes hacer ante una situación familiar desagradable? ¿O ante un compañero de trabajo que te desespera? ¿Es mejor ahorrar esfuerzos y aprender a convivir con lo que te ha tocado, o ejercer tu mejor intento en hacer que las cosas se tornen a tu favor?
Es cierto que hay situaciones en las que es más fácil intervenir y solucionar las cosas, pero a veces las consecuencias son tan temidas que se opta por una resignación positiva. En general, no es una buena idea hacer de ninguna de las dos una norma permanente, cada una tiene sus ventajas e inconvenientes.
Cuando aceptas y aprendes a convivir con algo que no puedes controlar, como la muerte de un familiar, el nivel de malestar puede reducirse considerablemente. Por contra, la lucha constante implica grandes riesgos y frustración, ya que cambiar el ambiente es mucho más difícil que adoptar una nueva postura frente a los problemas, requiere de una inversión de tiempo, esfuerzo y a veces ayuda externa, y en situaciones como la antes mencionada es inútil, por lo que no es de extrañar que muchas personas eviten esta vía. Sin embargo en una situación de abuso en la que un agente externo (otra persona o situación) está constantemente haciéndote daño, la aceptación solo provocará que te desgastes lentamente y te arrebatará la oportunidad de recuperar tu vida, haciéndote a largo plazo un daño mucho mayor.
Se nos presenta muy a menudo la oportunidad de decidir cuál de las dos actitudes vamos a elegir. La decisión no es sencilla, ya que en ocasiones no solo depende de nosotros, sin embargo hay una escala muy prolongada en la que caben ambas, y a veces podemos aceptar ciertos aspectos de nuestra circunstancia, y a la vez «mover ficha» para hacer valer nuestra voz y nuestro deseo.
Aprende a meditar, a respirar, a tomarte las cosas con calma, a encajar los reveses y recuperarte, pero no olvides que a veces hay que luchar.
¿Aceptar o luchar?
2 comentarios. Dejar nuevo
Ambos en coordinación. No son excluyentes ,siempre.
Es una buena forma de verlo. Cada recurso tiene su buen lugar.